Rompiendo barreras a partir del baile

Rompiendo barreras a partir del baile

La danza nos transporta a espacios de conexión con nosotros mismos, es un arte que tiene tantas posibilidades como nosotros queramos. Pero ¿qué pasa cuando su enseñanza se reduce a una metodología que dificulta el acceso a personas con discapacidad? Aún el camino hacia una inclusión en las artes es un tema por poner en práctica, los sistemas pedagógicos deben replantearse con el objetivo de borrar esas barreras que impiden una inclusión real y nos alejan de una expresión tan natural como lo es el baile. En este artículo hablaremos sobre estas adaptaciones tan necesarias en la enseñanza de danza, enfocándonos en la enseñanza de belly dance a una persona con una discapacidad sensorial.

Andrea Burga Villanueva es una persona con discapacidad visual, ella entró al mundo de la danza por su amiga Katherine Valderrama, a quien preguntó si le podía enseñar a bailar. En ese momento Katherine practicaba belly dance en una escuela especializada en danza árabe y enseñaba a niñas y niños de primaria a bailarla en un voluntariado, ninguna contaba con experiencia en la enseñanza o aprendizaje inclusivo de este arte. Andrea comenta que “antes de eso no sabía bailar nada. Las personas intentaban explicarme los pasos, pero nunca me salían. Eso hizo que pensara que era mala en la danza.” Sin embargo, a partir de la práctica juntas fueron descubriendo que aprender no era tan difícil como esperaban.

Al realizar un seguimiento al proceso de la metodología de enseñanza que idearon, entendemos que este cuenta con tres partes que suceden en sincronía: Primero analizar la música, escuchar los momentos de golpes y entender el ritmo adecuado para los movimientos; segundo, el contacto, durante clases Katherine y Araceli, su actual maestra de danza árabe, marcaban el paso acentuándolo más mientras Andrea, a partir del tacto, entendía qué posición debía realizar; y tercero, la explicación. Araceli comenta que la “forma de detallar y explicar se hizo super minuciosa”, cada paso tenía pequeños movimientos, que antes pasaban desapercibidos, pero ahora no debían serlo, todo debía ser explicado a detalle. De esta manera se realiza un trabajo colaborativo en el que la repetición, la práctica, el interés por parte de Andrea y feedback de Araceli fueron los puntos clave.

La danza no suele ser un arte que se vincule a personas con discapacidad sensorial (como sí lo es el canto), el punto es preguntarse qué estereotipos existen detrás de esa premisa y entender que las personas con discapacidad también son capaces de ejercer prácticas artísticas. Es así que para lograr una enseñanza de danza inclusiva es necesario partir desde una premisa sin exclusión, evitando hablar de ella cuando “se enseña de manera fragmentada a un grupo de personas con discapacidad y por otro lado a personas sin discapacidad, como si viviéramos en mundos aparte”, señala Andrea.

Esto nos lleva a otro punto importante de la enseñanza de danza inclusiva, la modalidad virtual. En un principio Andrea y Araceli dudaron, pero la descripción detallada y las correcciones con indicaciones a través de la cámara ayudaron a que avancen de a poco con pasos que en un inicio pensaron que no funcionarían, hasta llegar a realizar coreografías completas.

No hay una sola manera de entender el baile, si solo seguimos una metodología visual estamos olvidando a otras formas de aprendizaje. Es así como encontramos diferentes maneras de enseñar, aprender o practicar un arte tan dinámico como lo es la danza, manteniendo una mente abierta y siempre pensando en las posibilidades.

La invitación es a ser más receptivos al momento de adaptar nuestras metodologías de enseñanza a la diversidad, y así lograr una inclusión real para todas las personas.

Regresar al blog

Blog